venres, 7 de febreiro de 2020

Obras en la parroquial. 1808


Corría el año 1808 y los carrilexos deciden arreglar uno de los problemas principales de la villa. No era otro que el estado lamentable que, desde hacía años, presentaba la iglesia parroquial. Desde que los derechos, y las obligaciones, vecinales sobre la iglesia se habían cedido a D. Pedro Telmo Gago Montenegro, vecino de Pontevedra, el edificio parroquial no contaba con mantenimiento ninguno.

Desde el año 1731 estaba sobre la mesa de los juzgados este problema. Se había caído el techo de la capilla mayor y no se cumplía con la obligación de su arreglo. No fue hasta el año 1752 en que se resolvió aquel pleito, de forma favorable para los vecinos de Carril. A Fernando Evaristo Gago Tabarés, heredero de Pedro Telmo Gago, le quitan los derechos que tenía sobre la iglesia y se devuelven a los vecinos ante el flagrante incumplimiento de sus obligaciones.

Toda la parte este de la iglesia, la parte trasera, estaba derruida. Provisionalmente se adopta la solución de levantar una pared en el Arco Toral, cerrando la capilla mayor, colocando en ella un retablo y la custodia.  El hueco tras esa pared quedó abandonado. La capilla mayor, aislada del resto de la iglesia, se cubre de zarzas y escombros. Poco a poco las paredes laterales y el arco primero de la entrada amenazan ruina. Desde el año 1800 se apuntala este arco ante el peligro evidente de derrumbe. La situación va a peor. En el año 1807 la iglesia permanece cerrada, el peligro de caída es inminente. Los oficios religiosos se celebran en la ermita de San Roque, a donde se traslada la custodia.

Ante los requerimientos de los vecinos, el obispado faculta para echar mano de los bienes de las cofradías de la villa y concede el derecho de pescar los días festivos, a cambio de que una parte de la pesca fuera destinada al arreglo de la iglesia. Era época de guerras. Los hombres de la mar cumplían con su compromiso enrolados en los barcos de la Armada. En Carril no quedaban brazos suficientes para costear semejante obra. Los fondos de las asociaciones religiosas eran escasos.

Para el arreglo del templo se firma un contrato de obra. Por un lado, los Regidores locales, entre ellos, José Manuel de la Fuente Feijoo, José Benito Cores, José Santos Iglesias Sio, el cura párroco, Cayetano Alberto Blanco, y una representación de vecinos, también entre otros, Juan Bautista Pérez Santa Marina, Gabriel Porto, Francisco Antonio Falcón, Antonio Cambre, Miguel Guisande, Nicomedes Patiño, José García Señoráns, Rafael Canabal, Julián Conde, Benito Franco... Todos ellos se comprometen a costear las obras. Por otro Luis Antonio de Villar, maestro arquitecto y vecino de la feligresía de Santa María de Vizoso, en la jurisdicción de Amahía.

El importe total de la reparación se elevó a treinta y tres mil reales. En el contrato se especifican las condiciones de la obra, las medidas de la Capilla Mayor y de la Sacristía, el número de tragaluces y ventanas de la Sacristía, las condiciones del pavimento, la construcción de una mesa de Altar…. Además, toda la cantería vieja quedaba en manos del contratista y era obligación de los vecinos suministrarle todos los materiales nuevos necesarios. Las obras de reparación del templo se prolongaron, por una u otra razón, durante todo el siglo XIX.

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